Clint Eastwood nunca decepciona. Sus películas le pueden quedar más redondas o menos, pero es imposible recordar alguna que pueda definirse categóricamente como «mala» por mal hecha y/o aburrida. Quizá lo más cercano a eso que hemos visto sea El principiante, pero en el fondo no deja de ser una gamberrada que no se toma en serio a sí misma en ningún momento. Y ya. Por razones como esa, a Eastwood se le considera el último gran director de cine que existe, y aunque sus mejores años como cineasta (los de Bird, Sin perdón o Poder absoluto) hayan quedado atrás hace mucho, todavía se encuentra muy por encima de la media habitual en los últimos tiempos dentro de la profesión. Lo que dice mucho sobre él con los 90 años que calza, pero en especial sobre el resto de sus colegas. Y por extensión, sobre el cine actual.
Para Mula, Eastwood vuelve a echar mano de una historia verídica, recurso que ha utilizado muchas veces pero más a menudo en los últimos años. Leo Sharp era un horticultor octogenario que, acosado por las deudas de su negocio, aceptó la sugerencia de uno de sus empleados mexicanos para convertirse en transportista. Pero no en uno cualquiera, desde luego: al parecer, inicialmente no fue consciente de que estaba trabajando para el Cártel de Sinaloa, pero cuando al fin se dio cuenta no quiso o no pudo dejarlo hasta que la DEA consiguió echarle el guante después de una ardua investigación. Sharp estuvo diez años atravesando Estados Unidos llevando droga y narcodólares en cantidades cada vez mayores sin levantar sospechas, porque no respondía al arquetipo de «narco» o colaborador de narcos ni se comportaba como tiende a hacerlo cualquiera de ellos: a ojos de todo el mundo no era más que un apacible anciano como otro cualquiera que conducía una camioneta.
Poco más cabe decir de una película por lo demás correcta. Ya lo hemos dicho: Clint Eastwood nunca decepciona, y aunque Mula no obnubile por nada y parezca a veces un telefilme de sobremesa, vale la pena lo bastante como para dedicarle tu tiempo. Esta vez, a Eastwood le sale mejor el trabajo frente a la cámara que tras ella, y con su indescriptible carisma sumándose a la edad, logra dibujar un protagonista entrañable aunque no deje de ser un sinvergüenza con un pasado deleznable. Te cae bien, después de todo. Al lado de alguien así, con una historia tan rocambolesca, los demás personajes son meramente accesorios, pero tampoco es que importe mucho.
Resultados: aplausos. Como habitualmente tratándose de Eastwood.