Quizá lo más entretenido de este flojete drama histórico sea consultar el batiburrillo de nacionalidades implicadas en su producción, financiada entre Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría y la República Federal de Alemania con un protagonista canadiense, al que acompañan una actriz brasileña afincada en Italia y un austriaco dirigidos con una mezcla de inglés y serbocroata por el realizador montenegrino Veljko Bulajic, al que podríamos considerar una especie de Serguei Bondarchuk balcánico tras haber filmado La batalla del río Neretva con amplios medios técnicos y materiales proporcionados por el Partido Comunista de su país.

¿Les ha molado el resumen? Pues seguramente estarán conmigo en que es lo que más mola si se animan a verla. A ver, mala no es: dividiéndose en dos subtramas, una centrada en el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía y otra en los conspiradores que se los cargaron precipitando el inicio de la Primera Guerra Mundial, la reconstrucción de los hechos que rodearon el magnicidio resulta bastante digna, llegando las escenas de este a filmarse en la misma ciudad de Sarajevo donde tuvo lugar. Pero en conjunto la película, filmada con un estilo muy propio de la escuela de Europa Oriental a la que Bulajic pertenece, ciertamente acartonado, termina resultando anodina y hasta aburrida según los tramos. Se puede ver por la curiosidad propia de su exotismo, pero no da para más.

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