Es curioso el efecto que la violencia tiene sobre las personas. A la gran mayoría les asusta, pero no pueden evitar una cierta fascinación por ella. La violencia genera miedo hacia quienes la ejercen de forma contundente. No pocas veces, y aunque no queramos reconocerlo, el miedo genera respeto. Y el respeto es poder. Ganarse el respeto de los demás utilizando un recurso tan primario como el de la violencia puede resultar reprobable, pero como animales que somos a fin de cuentas, si pretendemos llamar la atención a veces se logra mayor efecto si para ello utilizamos un mazo de hierro en lugar de una palmada en la espalda. Por eso la gente se siente tan fascinada por los grupos ultras de fútbol. Por eso los filmes y reportajes basados en estos grupos, tan visibles pero a la vez tan ocultos, llaman tanto la atención. Y si da la casualidad de que están bien hechos pues miel sobre hojuelas, oiga.

Hooligans cuenta la historia de un chaval americano de buena familia expulsado de Harvard, que durante un viaje a Londres para visitar a su hermana entabla amistad con el jefón de un grupo de seguidores radicales del West Ham United, sumergiéndose en una aventura que cambiará su vida, pero con consecuencias imprevisibles.

La amabilidad y las buenas formas, ante todo.

En contra de lo que podría esperarse a tenor de su limitada distribución (en la mayoría de países donde se estrenó lo hizo directamente en DVD, y en aquellos donde lo hizo en pantalla grande sólo se exhibió en un puñado de salas) la peli que nos ocupa está bien. No es una obra de arte, por supuesto, pero tiene cualidades suficientes para agradar, entretiene y deja un hueco para la reflexión, algo que no se puede decir de la mayoría del cine actual.

Lo que más sorprende es asistir a la digievolución de Elijah Wood, que de apocado y asustadizo joven (su papel de siempre, vaya) pasa a convertirse progresivamente, bajo la influencia de sus nuevos amigos, en uno de los seguidores más radicales y violentos de los Hammers, repartiendo mantas de hostias como el que reparte propaganda por la calle. Sólo por eso ya merece la pena echarle un vistazo a este tinglado. Aunque personalmente me quedo con Charlie Hunndam, en un papel de mamonazo radikal, pero tan  carismático que acaba por hacerse adorable y todo. Será debido a la cosa esa de la atracción por la violencia que todos tenemos en mayor o menor grado.

Resultado: aplauso. Acompañado de cánticos ultras, of course.

Ficha en la IMDB.

(Este artículo fue publicado incialmente por Leo Rojo el miércoles 16 diciembre 2009 en COMPUTER-AGE.NET y se reedita con el permiso de su webmaster).

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