Siete años se hizo esperar la secuela de Alien, pero cuando al fin llegó casi todo el mundo se convenció de que tanto esperar había valido la pena y más de uno (yo incluido) opina que por momentos está por encima de su precursora.
Como suele ocurrir en cualquier expresión cultural (y el cine lo es), Aliens refleja el momento de la historia en que fue concebida: con Ronald Reagan sentado en el Despacho Oval y su “revolución conservadora” en pleno auge auspiciando Rambos, Amaneceres rojos y similares, Alien se transforma en una peli de Rambo con una chica haciendo el papel de Stallone y con los marcianos como vietcongs. No en vano el director James Cameron acababa de colaborar con Sly en el guión de First Blood Part II y en cierta manera algo se le quedó.
Contra lo que cabría esperar a tenor del sin dios que fue el rodaje, marcado por las estrecheces económicas y el carácter autoritario del director, si el resultado final no pudiese calificarse de memorable estaría muy cerca de serlo. Cameron se tomó el proyecto muy en serio y sus numerosas aportaciones a la película acabarían por resultar vitales (entre otras muchas cosas, la idea de la reina alien y su diseño son enteramente suyos). Cada uno de los 18 millones de dólares del presupuesto final se ve en pantalla exprimido hasta el último centavo, y el montaje es sencillamente prodigioso: seis trajes de alien, SEIS, bastan y sobran para crear la ilusión de un imparable ejército de monstruos que arrasa Hadley´s Hope y amenaza con merendarse al pelotón de marines coloniales y a Ellen Ripley como si tal cosa.
Y si quieres más, aquí tienes el artículo sobre la banda sonora.