La película que destruyó a William Friedkin tanto profesional como personalmente fue fruto, en realidad, de un sueño largamente acariciado que acabó convertido en pesadilla y en un inmenso fracaso de taquilla. Friedkin era un gran admirador del cine francés inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial y siempre había querido filmar su propia versión de El salario del miedo, película de Henri-Georges Clouzot estrenada en 1953 que él siempre tuvo entre sus favoritas. Con el aval que le daban los éxitos consecutivos de French Connection y El exorcista, un Friedkin henchido de ego hizo caso omiso de quienes le recomendaban olvidarse del tema (el propio Clouzot entre ellos) y se embarcó en un proyecto del que acabaría arrepintiéndose, aunque públicamente lo defendió con orgullo como su obra más personal.

Si bien la película no mereció el hostión que se pegó, tampoco es menos cierto que dista mucho de ser redonda. Viéndola se nota que le falta “algo” y la trama parece discurrir a saltos, fruto de los remontajes solicitados por el propio Friedkin, consciente de que todo se le había ido por completo de las manos al pretender filmar la obra maestra de una obra maestra. Sin embargo no está mal. Se deja ver y, junto a la música de Tangerine Dream, consigue crear una atmósfera perturbadora de estética cochambrosa y sucia, que refleja con brillantez la gran pobreza moral (además de económica) del escenario en el que transcurre la acción. Además contiene escenas que van camino de convertirse en míticas, como la del cruce del puente bajo la lluvia, rodadas de un modo sensacional. Película olvidada durante décadas, la nueva y creciente legión de fans que ha ido acumulando sobre todo gracias a Internet, ha motivado que Friedkin se haya animado a restaurarla y reestrenarla durante este mismo 2013. Ya veremos si la cosa mejora algo o no.

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