Seguramente la mejor película de Peter Jakson, amén de puesta de largo en el cine para Kate Winslet e igualmente trabajo inaugural de Weta Desing, la empresa que el propio Jackson levantó para crear los efectos digitales necesarios para la historia, basada en un hecho real que conmocionó a la sociedad neozelandesa a principios de los años cincuenta.
Juliet Hulme y Pauline Parker eran dos adolescentes que se conocieron en el retrógrado instituto femenino donde ambas estudiaban. Perteneciente a una familia de clase media-baja muy conservadora, la retraída y solitaria Pauline quedó inmediatamente fascinada por Juliet, una niña pija (su padre era un reputado médico) más cultivada y crecida en un entorno algo más liberal, aunque de carácter rebelde. Las dos chicas congeniaron enseguida, y totalmente sumergidas en un mundo imaginario creado por ellas para huir de su inadaptación social, la relación que mantenían se volvió tan íntima que sus respectivos padres creyeron que se habían vuelto lesbianas, lo que entonces se consideraba una depravación enfermiza. Espoleada por los padres de Juliet la madre de Pauline decidió separarlas, y para evitarlo optarían por una solución radical y trágica.
Fue la guionista y productora Fran Walsh quien animó a Peter Jackson para que aparcase momentáneamente su lado frikazo, alejándole del cine fantástico gore y de humor cafre por el que era reconocido entre otros de su misma ralea. La apuesta por Criaturas celestiales le saldría bien a ambos: Jackson ganó prestigio como director y la película numerosos premios (entre ellos el León de Plata en Venecia), mientras que el buen trabajo de las protagonistas indiscutibles permitió a la Winslet iniciar una carrera casi meteórica. Su compañera Melanie Lynskey no tendría tanta suerte, pero tampoco le ha ido mal habiéndose enfocado hacia el cine independiente y roles secundarios en producciones tan populares como la televisiva Dos hombre y medio. En la película que nos ocupa, y como era de esperar, el peso de la narración recae casi por completo sobre ellas, logrando dar empaque a este siniestro cuento sobre una amistad que, llevada a su extremo más desmedido, acaba de forma absolutamente dramática con una escena final impactante. Buena, pero muy malrollera.