La película que puso en el mapa a John McTiernan, habilitándole para convertirse poco después (con Jungla de cristal) en un realizador icónico del cine de acción entre los últimos años ochenta y los primeros noventa del siglo pasado. Y la película que revitalizó la carrera de Arnold Schwarzenegger, algo alicaída por aquel entonces: después del estrenar Terminator en 1984, el austriaco había pasado los dos años siguientes cumpliendo el contrato que le ligaba al productor Dino de Laurentiis, con el que no se hablaba y que dañaba su posición de estrella por la baja calidad de las películas que le obligaba a rodar. Ante la imposibilidad de quitárselo de encima sin meterse en un embrollo judicial que no le salía a cuenta, «Chuache» se armó de paciencia confiando en que tendría su recompensa una vez se hubiese desligado del italiano. El tiempo demostró que no se equivocaba.

Por supuesto, esa recompensa fue Depredador, pero antes de darse el primer claquetazo pocos la hubiesen juzgado así: pese a que en cabeza del proyecto figuraba el productor Joel Silver, responsable de algunos taquillazos de la época, Depredador no dejaba de ser un filme de bajo presupuesto que sus propios guionistas definían como «Alien en la selva». Porque de lo que se trataba era de aprovechar el éxito de Aliens el año anterior gastando lo menos posible, razón por la que el rodaje se llevaría a cabo en México y, puestos a ahorrar, Silver y su equipo prescindieron del reputado Stan Winston para diseñar al monstruo de la película porque les cobraba más de un millón y medio de dólares, optando en su lugar por otra persona que lo haría por menos de la mitad. Dado que como norma lo barato sale caro, ya se pueden imaginar lo sucedido cuando vieron los primeros resultados, pero por suerte para ellos tuvieron tiempo para rectificar.

No fue el único contratiempo de un rodaje que acabó siendo muy tortuoso, marcado por los rigores de la localización elegida (clima asqueroso, bichos por doquier, geografía escarpada que complicaba cualquier decisión y a McTiernan le costó la rotura de una muñeca en un resbalón…) y los imponderables propios de un país como México, donde todo el equipo padeció una grave intoxicación alimentaria. Todos excepto Schwarzenegger,  que no por ello se libró de pasarlo mal sobre todo rodando el tercio final de la película: desnudo de cintura para arriba y cubierto de una arcilla especial que simulaba ser barro, su cuerpo se enfriaba tanto que la única solución que encontró fue empaparse en alcohol para evitar las tiritonas que estropeaban más de una toma, por lo que al final del día acababa completamente ebrio. Otros como Carl Wheathers se engancharon al tabaco, mientras la productora de Silver se veía obligada a suscribir un seguro que protegiese al actor indio (semínola-cherokee) Sonny Landham. Pero no exactamente a él, sino a quienes le rodeaban: famoso por sus malas pulgas, quien más o quien menos pensaba que, en medio de aquel follón, acabaría pagando sus frustraciones liándose a hostias o algo peor…

Díganme quién no necesita un seguro para protegerse de un tipo así, con esa cara y blandiendo ese cuchillo.

Lo de Jean Claude Van Damme no lo cuento porque todo el mundo lo sabe a estas alturas.  No fue el único al que sacaron del proyecto antes de tiempo: el gran Jerry Goldsmith iba a encargarse de la BSO, pero hubo de renunciar y fue sustituido por Alan Silvestri, muy conocido entonces como autor de la música de Regreso al Futuro y que pese a ir contrarreloj realizó un trabajo muy brillante. Como brillante fue el resultado final, dando la razón a quienes habían confiado en John McTiernan. Entre ellos se encontraba el propio Chuache, que presionó a los productores para que le contratasen aunque apenas tuviese experiencia en el cine, ya que antes de Depedrador sólo había dirigido una minúscula cinta de serie B.  Lo importante es que al final todo salió bien y los implicados en proyecto amasaron una fortuna: partiendo de un presupuesto de 15 millones de dólares hicieron una taquilla de 100, y eso contando sólo lo recaudado en salas de cine. Lo que ya no está tan bien es todo lo que vendría después precisamente como consecuencia de este éxito, incluyendo un remake / reboot que se estrenará a lo largo de 2018. Que Díos nos coja confesados.

«Muchas gracias por todo, cabronazo».

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