Poco imaginaban los novatos productores de esta película (Matty Simmons y el recientemente fallecido Ivan Reitman) que invirtiendo apenas tres millones de dólares acabarían recaudando en taquilla más de 140. Desmadre a la americana se convirtió en la comedia más taquillera de la historia y su fórmula sería imitada hasta la saciedad particularmente durante los 80, creando un subgénero que engloba filmes sin duda inferiores pero de contrastado éxito, como Porky´s (que es de origen canadiense como Reitman) o la franquicia Police Academy, que es básicamente lo mismo pero cambiando universitarios o colegiales por aspirantes a «madero». Incluso el mismo largometraje que hoy nos ocupa daría pie a su propia franquicia, que continúa hasta la actualidad.
El título original del largometraje (National Lampoon´s Animal House) identifica su origen: la revista Sátira Nacional. Fundada por dos licenciados universitarios pijos de Harvard, era una especie de El Jueves que alcanzó gran popularidad entre la juventud americana durante los años setenta. Sus dueños vieron la oportunidad de forrarse invirtiendo cuatro perras en el cine con una película fácil de amortizar, y a fe que lo consiguieron. Poner el nombre de la revista en el título no fue más que un reclamo, porque la película poco tenía que ver con ella y los guionistas (entre los que se encontraban los propios fundadores de la revista además de Harold Ramis, que colaboraba escribiendo en ella) se inspiraron en sus propias vivencias universitarias para el libreto, dándole a los gags un tono slapstick (muy visual) enérgico e impactante.
Con actores debutantes como Kevin Bacon o no demasiado conocidos (aunque reservando un pequeño papel para Donald Sutherland) y dirigidos por John Landis en su segundo trabajo para el cine, el papel de estrella recayó en John Belushi, famoso gracias al Saturday Night Live del que también provenía Ramis. Aunque ya era un politoxicómano consumado, Belushi está genial y da continuas muestras de su enorme talento para la comedia. Un solo gesto o mueca le bastan para expresarse mejor que otros actores usando mil palabras, y con eso ya está dicho todo. O casi, porque sus escasas líneas de diálogo contienen también chistes memorables.
El resto del reparto tampoco se queda atrás, y aunque la película pueda parecer chabacana por su anárquico modo de abordar temas como el sexo, el alcoholismo o la lucha antisistema (con el fantasma de Vietnam muy presente), en realidad está mejor hecha y actuada de lo que cabe pensar al inicio. Se necesita habilidad para crear este tipo de tono cómico, y la película está llena de personajes que están mucho más que esbozados aunque su presencia sea aparentemente testimonial, como en el caso de la mujer del decano Wormer.
En resumen, una gamberrada absolutamente maravillosa que nadie debe perderse.