Obligada secuela de la más que exitosa Harry el Sucio en la que, tras las acusaciones vertidas contra ella por su fascismo, se buscó lavar de algún modo la imagen del protagonista utilizando para ello una idea aparecida en uno de los borradores descartados para la primera película, escrito nada menos que por Terrrence Malick, y en el que Harry Callahan debía enfrentarse a un grupo de policías dedicado a liquidar presuntos delincuentes actuando al margen del sistema legal. Callahan detesta ese sistema, cuyos tribunales no vacilan en dejar libres a facinerosos de todo pelaje, pero odia aún más a quienes pretenden tomarse la justicia por su mano, y más todavía si encima son policías. No deja de tener gracia que esta idea acabase siendo desarrollada por dos tipos con fama de fascistas: John Milius, que iba por ahí fanfarroneando por ser tan de derechas que ni siquiera era republicano, y Michael Cimino, que unos años después llegaría a ser comparado (para mal, se entiende) con la cineasta nazi Leni Riefenstahl.
Dirige el más eficaz que brillante Ted Post, al que Clint Eastwood conocía desde hacía años y a quien cedió la batuta tras rechazar la posibilidad de dirigir la película él mismo porque Post, proveniente de la TV, acostumbraba a trabajar con rapidez y dentro del presupuesto, que como en el caso de Harry el Sucio era bastante bajo. Pero ambos acabaron a la gresca: Eastwood estaba obsesionado con resarcir a la Universal (y a sí mismo) el enorme fracaso que había supuesto el drama romántico Primavera en otoño y se inmiscuía continuamente en las labores del director, llegando incluso a mandar positivar escenas que según Post requerían otra toma para quedar bien. Algo esto último que en un rodaje implica dos cosas: perder tiempo y gastar dinero. Aunque Harry el Fuerte acabó recaudando aún más que su antecesora, Ted Post siempre se mostró insatisfecho del resultado (especialmente del final, modificado sin su permiso y cuyo colofón resulta ciertamente estúpido), y más tarde acusaría a Clint Eastwood de haber torpedeado su carrera posterior en el cine; acusación que no sería la última contra un tío que sí, puede que haya sido un gran actor, productor y cineasta, pero que demostraría con creces ser una escoria de persona.
Con todo, Harry el Fuerte es un entretenimiento muy digno en el que destaca el plantel de secundarios que capitanea el gran Hal Holbrook junto a rostros que llegarían a hacerse mundialmente famosos sobre todo gracias a la televisión como David Soul (Starsky y Hutch), Robert Urich (Los hombres de Harrelson) o Tim Matheson (El ala oeste de la Casa Blanca). Una nueva secuela estaba cantada y llegaría tres años después con Harry el Ejecutor, que hizo aún más dinero para justificar otra entrega de la saga (Impacto Súbito) hasta finalizar a renglón torcido con La lista negra.