El rutilante éxito de Footloose en 1984 llevo al joven Kevin Bacon a convertise en un gran aspirante al estrellato, y dos años más tarde le permitiría aparecer en esta película ya como protagonista absoluto. Acompañado por Jami Gertz, actriz de la que también se esperaba mucho y al final no llegó a nada, en Quicksilver Bacon interpreta a un ambicioso tiburón financiero que lo pierde todo y acaba viéndose obligado a trabajar de mensajero en bicicleta. Eso no es problema en una sociedad capitalista ultraliberal. Si, el sistema puede asestarte un golpe de vez en cuando para que no olvides que la vida es chunga y nadie regala nada; pero con esfuerzo y tesón cualquiera puede salir del hoyo en el que está metido. Con una pizca de suerte, hasta puede ganar un jugoso dinerillo en La ruleta de la fortuna bursátil.

El hecho de que actualmente se tienda a glorificar todo lo relativo a los años ochenta por muy nefasto que sea (y no me refiero solo al cine) no ha permitido a esta película salir del olvido en el que se encuentra sumida, algo que no deja de sorprender visto lo visto. Construida sobre el andamiaje típico en el cine comercial de su época (simplicidad argumental, fragilidad de guión y exaltación del estomagante ideario neoconservador), estamos ante la clásica película «para entretener» que cumple el expediente mientras el espectador de turno no se haga preguntas, aunque por los pelos.

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